El miedo inmoviliza siempre y a menudo hace tomar decisiones equivocadas. El miedo desalienta de tomar iniciativas, induce a refugiarse en soluciones seguras y garantizadas y así termina por no hacer nada bueno. Para ir adelante y crecer en el camino de la vida no hay que tener miedo, hay que tener confianza.

Esta parábola nos hace entender lo importante que es tener una idea verdadera de Dios. No debemos pensar que Él es un patrón malo, duro y severo que quiere castigarnos. Si dentro de nosotros está esta imagen equivocada de Dios, entonces nuestra vida no podrá ser fecunda, porque viviremos en el miedo y este no nos conducirá a nada constructivo; de hecho, el miedo nos paraliza, nos autodestruye. (…) Jesús siempre nos ha mostrado que Dios no es un patrón severo e intolerante, sino un padre lleno de amor, de ternura, un padre lleno de bondad. Por lo tanto, podemos y debemos tener una inmensa.